martes, 18 de junio de 2013

Entre caladas calladas

Dos manos de mujer sobresaliendo de una ventana
Sirviendo de guarnición entre el cielo y el suelo
Con un cigarrillo para cada una
Consumiéndose entre los dedos
Y ceniza cayendo al vacío como pequeñas mariposas de muerte
Al otro lado de ese hueco en mitad del ladrillo
Cuatro rodillas apoyadas en el colchón
Con los dedos de los pies encogidos por el frío
Y tu mirada ardiendo porque el marrón de la mía
Le sirve como madera para la combustión
Y sé que no sabes cual de tantas noches estoy describiendo
Porque ni siquiera lo sé yo
Pero ya quisiera la rutina que eso se llamase rutina
Ya quisiera la costumbre que me acostumbrase
A cuando apagas el cigarrillo y te tumbas en la cama
Mirándome como una niña
Que sabe perfectamente lo que hace